
Algo
semejante sentí yo esta mañana al hacer la visita de rutina a los enfermos del
Hospital universitario donde trabajo. Entré a un cuarto y se encontraba un
paciente de 33 años operado el día anterior, a quien pregunté después de
presentarme si era católico y me dijo que sí, que se llama Andrés Kim.
- ¿De dónde eres? Le pregunté.
- De la ciudad de Kwangju al sur del país. Allá
fui bautizado hace 20 años en la Primaria. Pero ahora vivo en Seoul.
- Me da gusto, yo conozco la ciudad, estuve 4
años en Kwangju en la parroquia de Sangchondong…
- ¿De veras? Esa era mi parroquia! Y usted ¿cómo
se llama?
Rápidamente
sacó su celular y le habló a su mamá para verificar el nombre del párroco. Y
con lágrimas en los ojos me dijo que ¡yo lo había bautizado! Fue un encuentro
providencial, me comentó que por venirse a Seúl por falta de amigos católicos
había dejado de frecuentar la Iglesia, pero que veía este encuentro como gracia
de Dios para recomenzar su vida de fe.

Fue un día de reencuentros maravillosos.
La semilla cae y un día da fruto un fruto lleno de alegría y salvación. Eso es lo que también hacemos en el Hospital en encuentros tal vez más breves pero que espero que dejen huella y algún día den fruto.
P. Ignacio Garza (autor del artículo) con el Sr. Domingo Cho