과달루페 외방선교회 한국 지부

miércoles, 6 de abril de 2011

Dar un sentido al dolor



Uno de los cometidos de la Pastoral de la Salud es facilitar al enfermo el poder dar un sentido o significado a su sufrimiento. En esta vida todo tiene un significado; lo que hacemos, lo que nos pasa de improviso, lo que nos hace sufrir; todos los sucesos, aun los más negativos y dolorosos, las desgracias causadas por los seres humanos y las catastrophes de la naturaleza, la enfermedad y la misma muerte tienen un significado. Para soportar y superar el dolor se nos impone como tarea buscarle su sentido al dolor, o nosotros, aunque sea de manera subjetiva, darle un sentido para que no nos aplaste ni nos paralice. No podemos realizar un trabajo pesado o muy difícil si no le damos un sentido que lo haga más llevadero. En este mundo no podemos vivir a ciegas, sin un sentido en la vida.

En coreano hay un dicho que dice: “Ser afortunado en medio de la desgracia” Por ejemplo, si alguien sufre un accidente y se rompe un brazo, se considera afortunado de que no perdió la vida. En México diríamos: “pudo haber sido peor” Eso le da un sentido al dolor del brazo roto y así puede soportarlo más fácilmente; concentra su atención más en agradecer a Dios porque se libró de la muerte que en lamentarse por su brazo.

Una vez un enfermo que se rompió una pierna estaba quejándose contra Dios a causa del dolor tan intenso que estaba sintiendo, y me decía: “Padre, ¿porqué permitió Dios que me pasara esto? ¿porqué me manda este dolor tan grande? Porqué, Padre, porqué? Dígame por favor, porqué? Yo no pude darle una palabra de consuelo y le dije que yo no sabía porqué, pero que le preguntara a Dios, El sí podría darle una respuesta. A la siguiente visita me dijo: “Padre, me escapé de morir, Dios me salvó, sólo me rompí la pierna, tengo que darle gracias al Señor” Su rostro reflejaba mucha alegría. Al fin comprendió que Dios estaba con él y lo había cuidado. Al encontrarle sentido a su dolor sentía fuerza para soportarlo y hasta sentía gratitud hacia Dios. La ausencia de sentido es un dolor interno más grande que el dolor corporal que se está sintiendo. El enfermo al repetir continuamente “porqué”, está buscando un sentido a su dolor.

Durante la Segunda Guerra Mundial trabajaba un médico eminente en un hospital de Ancio en Italia, el cual se dio cuenta que entre los soldados hospitalizados que habían sido heridos en combate, sólo uno de cada tres pedía calmantes para el dolor; mientras que entre los civiles hopitalizados por heridas semejantes a las de los soldados, cuatro de cada cinco pedían calmantes. Además comprobó que los soldados se recuperaban mucho más rápido que los civiles. Buscando la causa de esta diferencia llegó a la conclusión de que se debía al distinto sentido que unos y otros daban a la enfermedad. Para los soldados, el haber sido heridos significaba que ya no serían enviados al frente a combatir, para ellos la guerra practicamente había terminado, ahora recibirían una condecoración y al llegar a su tierra natal se les brindaría un recibimiento como héroes; en cambio para los civiles el haber sido heridos significaba muchas complicaciones en su vida: tenían que interrumpir su trabajo, dejar su hogar y su familia y hacer grandes gastos para pagar el hospital.

El amor siempre da sentido al sufrimiento. Una madre es capaz de pasar largas noches en vela atendiendo a su criatura enferma y cualquier sacrificio, aún la misma muerte, se le hace poco con tal de poder salvarle la vida. El amor le hace olvidarse del dolor y de todas las demás penalidades. O como aquella niñita de cinco o seis años que se arqueaba por el peso del niño que llevaba en la espalda. Cuando alguien le dijo: “está pesado, verdad?“ Respondió: “no, no pesa, es mi hermanito”. También el amor a la patria mueve a los héroes a dar su vida por ella. Y el amor a Dios anima a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas a renunciar a muchas cosas para realizar fielmente su vocación. O como aquel enfermo de diabetes al que le cortaron una pierna, cuando lo fui a ver después de la operación le dije: “te duele mucho, verdad?” El señalando con los ojos el crucifijo me dijo: “no es nada comparado con lo que él sufrió por mí.

Nuestro Señor Jesucristo, a pesar de ser totalmente inocente, por amor a la humanidad, sufrió la muerte de cruz. Con su muerte y Resurrección venció a la muerte y nos dio la esperanza de una vida nueva en su Reino y así le dio sentido a todo dolor humano y a la misma muerte.         
JOSE SANDOVAL, MG