P. Jaime Palma dando la bienvenida a los catecúmenos
La celebración del Día Internacional del Enfermo, que celebramos el 11 de Febrero, es una ocasión muy apropiada para intensificar nuestros momentos de oración , participación y ofrecimiento del sufrimiento para el bien de todos, y al mismo tiempo, es una invitación a acercarnos a los enfermos y reconocer en cada uno de ellos a la persona misma de Cristo que, sufriendo, muriendo y resucitando, ha dado vida al mundo. (Escribía el papa Juan Pablo II en la carta donde instituía dicha jornada en 1992).
Para muchos, por una u otra razón, el encuentro y atención a los enfermos es el pan de cada día. Algunas veces se convierte en una situación muy frustrante que confronta con la propia vida, otras tantas son una experiencia de encuentro con Dios, cercano, compasivo y misericordioso, que en medio del dolor, su amor llena el corazón de gracia y paz abundante, pues, “ La enfermedad, que en la experiencia diaria se percibe como una frustración de la fuerza vital natural, se convierte para los creyentes en una invitación a ‘leer’ la nueva y difícil situación , en la perspectiva propia de la fe. Fuera de ella, por otra parte, ¿Cómo se puede descubrir, en el momento de la prueba, la aportación constructiva del dolor?, ¿Cómo dar significado y valor a la angustia, a la inquietud, a los males físicos y psíquicos que acompañan a nuestra condición mortal?, y ¿Qué justificación se puede encontrar para el declive de la vejez y para la meta final de la muerte que, a pesar de los progresos científicos y tecnológicos siguen subsistiendo inexorablemente?” (Carta apostólica Salvifici doloris, 3)
Tal es el caso de la Sra. Chong-sun. Ella, desde hace varios años tiene a su esposo postrado en cama. El señor Yong-un, esposo de la señora Chong no habla, no ve y no se puede mover por sí mismo y además es una persona robusta, pero todos los días esta impecable él y toda su ropa de cama.
Un día, tratando de ser amable y de valorar todo el esfuerzo que la señora Yong-sun hace por su esposo, utilicé una expresión que tal vez no fue la más apropiada porque ella, con un tono de voz muy suave y con mucho seguridad me contestó "no, no es ninguna carga, todo lo hago con mucho amor ".
Con el paso del tiempo he constatado que no sólo fueron palabras lo que me dijo la señora Yong-sun, sino realmente un estilo de vida que se refleja en la paz de su rostro. Y, pesar de que ninguno de los dos es bautizado, ella ha aprendido la oración del Padre Nuestros y del Ave María y es ella misma quien santigua a su esposo cuando hacemos oración.
Parece que sin conocer el Evangelio, ha entendido muy bien las palabras que Jesús dirige a Jairo ante la súplica por su hija enferma y la dolorosa noticia de que esta ya ha muerto: “No temas, solamente ten fe.” (Mc. 5,28)
Solamente en Cristo Jesús, Dios con nosotros, puede el corazón encontrar respuesta y sosiego ante el dolor y la enfermedad que corroe a la sociedad y a nuestra propia vida. “vengan a mí, todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt.11,28).
En este año de la fe, varios pasajes del evangelio nos ayudan a ver la importancia de la fe para quienes agobiados por el sufrimiento se acercan a Jesús. Tal es el caso de los 10 leprosos que, habiendo sido sanados, sólo uno se vuelve a Jesús para darle gracias y su curación llega a ser plena. " levántate y vete; tu fe te ha salvado" Lc.11,19.
Quiero invitar a cada uno de ustedes estimados hermanos en el sacerdocio misionero y especialmente a nuestros queridos jóvenes seminaristas, a dejarnos motivar por las palabras del Evangelio que dice “y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar”. (Lc. 9,2)
De tal manera que propiciemos en el apostolado y/o misión ad gentes un encuentro de amor solidario con los enfermos, con los que más sufren y así, un auténtico encuentro con “el Verdadero Dios por quien se vive”. Y, en dicho amor solidario, encontrar las razones suficientes para intensificar nuestra oración personal ante el Santísimo Sacramento y hacer de cada Eucaristía una verdadera acción de gracias por el don de la Vida y por todos aquellos que en medio del dolor, unidos a la pasión de Cristo continúan dando vida al mundo.
P. Jaime Palma C, MG
Capellán del Hospital San Carlos Borromeo
en Suncheon, Corea