Hace algunos meses me encontraba realizando mi trabajo en la parroquia de Gumdang, ubicada en la ciudad de Suncheon, Corea del Sur. Dentro de mi labor pastoral predominaba la atención a los jóvenes de la parroquia con los cuales pasé momentos muy agradables, pues aunque era un grupo pequeño establecimos una bonita amistad que se mostraba en el momento de encuentro que teníamos semanalmente en el templo, al convivir durante algún paseo, día de campo o simplemente compartiendo té o café; en fin, eran momentos del agrado para todos.
El trabajar con jóvenes coreanos, es una experiencia muy alegre, retadora y comprometedora, pues creo que tenemos que estar a la orden del día para poder entender y atender a las nuevas generaciones cuando lo necesiten y más aún en un país de oriente como Corea, donde la sociedad absorbe a la juventud, ya sea con los últimos avances tecnológicos, lo último de la moda, lo que diariamente nos ofrece la sociedad de consumo, etc.; haciendo que la persona se aísle y se vuelva individualista, olvidándose por completo de la vida comunitaria.
Una de las labores con los jóvenes es fomentar la vida de comunidad, pues todo ser humano no es un alguien que pueda vivir aisladamente, sino que requiere de la presencia de otros, es decir, de compañeros. Por lo tanto, con los jóvenes, durante mi estancia en Suncheon teníamos retiro espiritual, paseo de grupo o día de campo, la asistencia a misa y algunas ocasiones el compartir los alimentos, claro que todo esto era con miras pastorales, pues nos ayudaban a tener viva la comunidad de jóvenes.
Hoy en día, desde hace dos meses, me encuentro trabajando en la parroquia de Chayangdong ubicada en Seúl. Aquí, dentro de los trabajos que se me encomendaron, está la atención a los jóvenes. Ciertamente llevo poco tiempo con mi labor aquí, y aunque Seúl es una gran ciudad donde hay tantas cosas que ofrece la sociedad, para distracción, convivencia, encuentro, etc., percibo que el joven esta sediento de Dios y es ahí donde entra mi labor de acompañamiento para que se integre en la vida de comunidad que ofrece la Iglesia.
En fin, veo que trabajar con jóvenes es un gran reto, para nosotros los misioneros, el cual debemos enfrentar y no dejar a la deriva porque es ahí donde tenemos los futuros cristianos que nos acompañarán en nuestras labores pastorales dentro de la Iglesia en Corea, por consiguiente, si hoy en día nos esforzamos en brindarles la atención y apoyo necesario seguramente ellos estarán aquí. Pero ¿Qué necesitamos para atender al joven de hoy? Creo que una de las cosas es el simple hecho de estar y convivir con ellos, tratar de entender, apoyar y acompañarlos en algunas de sus actividades, en otras palabras: ser empático con ellos.
Estimados lectores a un poco mas de dos años de haber recibido el Sacramento del Sacerdocio y estarlo compartiendo con el pueblo coreano, esto es parte de mi experiencia en tierra de misión, por tanto, me sigo encomendando a tu oración para que Dios siga colmando de amor y compañía a la juventud coreana, a través de sus instrumentos, los Misioneros de Guadalupe.
¡Dios los bendiga siempre!
P. Alberto Puente Colunga, MG
El P. Alberto terminó sus estudios de teología en Corea,
trabajó en la parroquia de Gumdang, Suncheon
actualmente trabaja en la parroquia de Chayang en Seúl
PP. Gerardo Cabral y Alberto Puente C. con jóvenes de la parroquia
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